La apatía
Una vez más se cumplió el ritual del juego a
la democracia, esa utopía donde se afirma que la gente decide el tipo de
gobierno que desea tener, pero que esas fuerzas sociales jamás están en libertad.
Donde los grupos de poder se aferran y hacen
cualquier cosa con tal de no perder sus privilegios y mantener asegurados los
negocios que desde el gobierno realizan.
Pero el germen del hartazgo crece entre la
sociedad, en cada individuo que debe trabajar para mantenerse, para que su
familia no sucumba de hambre, para “irla pasando”.
Sin embargo, de aquel México que defendió al
país en tiempos de Juárez, de los mexicanos que se enfrentaron al porfiriato,
no queda nada.
Los políticos encumbrados saben que cuentan
con un pueblo sometido, con miedo de perder lo poco que tienen e incapaces de
luchar por una vida mejor.
Somos un país dividido por los intereses de un
pequeño grupo. A muchos les han hecho creer que de verdad viven bien, que deben
defender la situación en que viven, pues de otra forma pudiera ser peor.
A base de mentiras han convencido a muchos
mexicanos para que ellos puedan permanecer en la cúpula del poder, a pesar de
que las condiciones de vida de la mayoría de los ciudadanos
son precarias y se complican cada vez más.
Todos los logros revolucionarios se han ido
por el caño de la corrupción, fueron conquistas de un pueblo en lucha que está
siendo traicionado por los descendientes que en algún momento gozaron de
ciertas comodidades proporcionadas obligatoriamente por el estado.
Hoy, desmantelada la revolución, un pequeño
grupo de personas en el poder, con mentalidad extranjera, someten a la fuerza,
con mentiras, con robos, saqueos y amenazas, a una mayoría que no se da cuenta
del poder que tiene en sus manos, que ha olvidado las lecciones de las
generaciones de antepasados que lucharon por tener una patria digna, una
sociedad justa y leyes que funcionaran
por el bien de la mayoría.
Una mayoría sumisa, agachona que prefiere
vivir de las migajas, antes de tomar el control de su propio país.
Lamentable que casi la mitad de los electores
hayan decidido no votar, por el argumento que fuera. Porque “todos son iguales”, porque fueron
amenazados, porque fueron sobornados o porque les dio hueva salir en domingo.
Por el motivo que fuera, dejaron pasar la
oportunidad de mejorar. El voto es el reclamo legal contra el gobierno que nos
ha empobrecido, que ha encarecido la vida en un país donde la naturaleza ha
sido pródiga.
Quienes no votaron (que desafortunadamente fue
la mayoría) dieron su aval para que las pandillas que han saqueado a la Nación,
continúen haciéndolo.
Esa apatía nacional debe ser combatida, como
la combaten quienes creen que es posible una vida mejor para todos, quienes se
esfuerzan y arriesgan todo, para evitar que México vuelva a ser invadido por
los extranjeros.