Gracias a los maestros que enseñan los grandes valores: arzobispo de Xalapa
La educación es “un Don de Dios para la humanidad”, afirma el arzobispo de Xalapa Jorge Carlos Patrón Wong, en un comunicado emitido este domingo, en vísperas del Día del maestro, a quienes bendice y agradece que enseñan la amistad social a las nuevas generaciones a través de los grandes valores de la cultura mexicana.
A continuación el comunicado:
Queridos hermanas y hermanos en Jesucristo:
Dios es un maestro excelente. La manera en la que se ha hecho de un pueblo para mostrarle su amor fue una manera pedagógica perfecta; con un principio y un fin muy claros, con un objetivo específico. Jesús fue llamado Maestro por sus discípulos. Él mismo, en la última Cena, se reconoció como el Maestro y el Señor (cfr. Jn 13, 13-14). El Espíritu Santo es el Gran Educador, el Maestro Interior que, como el mismo Jesús sostuvo: “nos lo explicaría todo” (cfr. Jn 16, 15). Esto me conmueve profundamente siempre que hablo de los maestros. Su labor es muy grande, feliz, inigualable. Puesto que Dios mismo les comparte de su actuar en favor de la humanidad. Por esta razón, ser maestro es una vocación de servicio y amor.
Ahora que celebramos el Día del Maestro, pienso en el gran bien que la educación le hace a la humanidad. Es un servicio social estrictamente hablando. Es un Don con el que Dios nos ha querido bendecir. Sin embargo, no podemos hablar de la educación como una realidad abstracta o como una idea sin más, no se trata de un acontecimiento impersonal.
Al hablar de educación hablamos de un gesto muy concreto, es más, de una obra de misericordia: “enseñar al que no sabe”. Esto nos coloca en lo que hace la Santísima Trinidad. Dios siempre nos educa, nos guía, nos enseña. Los maestros que todos recordamos con gratitud y cariño nos han ayudado a desarrollar lo mejor que tenemos cada uno de nosotros. El maestro es un artesano que esculpe la obra de arte que Dios ha soñado para cada persona. Los educadores son verdaderos artistas pacientes, nobles. Hombres y mujeres buenos y honestos que por amor moldean la vida en crecimiento de sus alumnos.
Hoy quiero expresar mi agradecimiento a todos los maestros que, conscientes de la grandeza de la vocación que Dios les ha confiado, ejercen con verdadera autenticidad y exigencia su función social. Maestros que enseñan con su testimonio la colaboración mutua, la amistad y las relaciones sinceras. A través de su actividad organizada y sistematizada ofrecen una formación integral de la persona, que incluye valores humanos, espirituales, intelectuales y técnicos. Esos maestros y maestras que han dejado una huella imborrable en muchas generaciones de estudiantes, y que han encontrado en ellos un motivo para aprender más, para superarse, para ser mejores ciudadanos. Maestros conocedores de su ciencia, pero que siguen aprendiendo al ritmo de sus estudiantes.
En nuestro país y en el territorio de nuestra Arquidiócesis hay cientos de maestros que deben dejar sus casas y familias para desplazarse durante horas hasta llegar a sus escuelas. Muchas gracias porque son verdaderamente misioneros en favor del bien, de la verdad.
La situación actual de México exige una educación abierta al diálogo, la comprensión y al respeto a cada persona y a los diferentes grupos sociales que la conforman, especialmente a aquellos que piensan, viven o tienen visiones diferentes.
El Papa Francisco habla de la “fraternidad y la amistad social” como un camino para mirar la realidad de una manera nueva que construye unidad y bien común. Un sendero que teje relaciones de concordia y paz, necesarios para combatir las situaciones de corrupción, impunidad e ilegalidad que generan violencia, odio y división.
Gracias a los maestros que enseñan la amistad social a las nuevas generaciones a través de los grandes valores de la cultura mexicana: la familia, la solidaridad, el trabajo honesto y productivo, la hospitalidad y la ayuda a los más necesitados.
Maestros felices que colaboran con la responsabilidad formativa de los papás para que sus hijos sean buenos ciudadanos, hombres y mujeres bondadosos abiertos a la trascendencia y a los planes de Dios.
Ante el Santísimo Sacramento le doy gracias a Dios por el regalo de la educación. Por tantos docentes que transforman vidas, por docentes que dejan sus vidas en las aulas y cuyas vidas se van desgastando y quedando en la vida de otros. Hoy elevo mi oración por cada uno de nuestros maestros y maestras. Los bendigo con el corazón y le pido al Espíritu Santo que no deje de asistirlos.
¡Muchas felicidades por el Día del maestro! "Con María, todos discípulos misioneros de Jesucristo"